Una colosal tormenta solar golpeó nuestro planeta en 1859. Se vieron auroras en el cielo de todo el mundo ¿Qué habrán visto los pocos pobladores de San Antonio de las Bodegas?
En 1859, se producía una colosal tormenta solar. Los primeros indicios se dieron el 28 de agosto de aquel año, cuando se comenzaron a ver auroras en latitudes donde no son habituales.
La gran tormenta geomagnética del 28 de agosto al 3 de septiembre de 1859 es, posiblemente, el evento meteorológico espacial más grande y famoso de los últimos dos siglos. Se denominó “Evento Carrington” por el científico que la descubrió.
El 1 de septiembre, mientras observaba un gran grupo de manchas solares el astrónomo inglés Carrington observó una llamarada de luz blanca. Estaba viendo algo sin precedentes. Lo que nadie de esa época sabía es que una importante eyección de masa coronal acababa de estallar desde la superficie del Sol y se dirigía directamente a la Tierra.
Por primera vez, se detectaban liberaciones intensas de radiación electromagnética en la cromosfera del Sol. El suceso provocó la emisión de partículas de alta energía que alcanzaron a nuestro planeta. Diecisiete horas después llegaban los efectos más intensos. Algunos maravillados, otros aterrados. Lo más impresionante ocurrió el 2 de septiembre.
La llamarada solar comprimió el campo magnético de la Tierra con tanta violencia que dañó al naciente sistema de telégrafo, lo más avanzado en comunicaciones y tecnología de esa época.
Los postes lanzaban chispas y en oficinas de telégrafos los equipos estallaban en llamas matando a operadores. El personal en pánico, intentaba desconectar los aparatos. El daño y reparaciones siguientes causaron un importante daño económico.
De repente, el mundo civilizado fue consciente que la Tierra y su tecnología podían verse afectados por acontecimientos astronómicos.
Fue un espectáculo sin precedentes. La tormenta solar más potente registrada. Se vieron impresionantes auroras de todos los tipos y colores en todas partes. El cielo se iluminó en auroras rojas, naranjas, verdes y púrpuras tan brillantes que la gente podía leer el periódico en medio de la noche sin luz adicional. Iluminaron el cielo en miles de ciudades donde nunca se veían. Se reportó que también se vieron en Chile. Faltaban 35 años para el inicio de funciones de la municipalidad de San Antonio. Seguramente los pocos y supersticiosos habitantes del pequeño caserío sanantonino levantaron la vista al cielo con asombro y temor.
En los océanos los capitanes de barcos registraron en sus bitácoras la aparición de intensas luces en el cielo. Según el libro “The Sun Kings” (2009) del periodista inglés Stuart Clark, “en la noche del 2 de septiembre los marineros del navío Southern Cross que navegaba en mitad de un temporal cerca de las costas de Chile dijeron que las brújulas se volvieron inservibles y parecía que estaban navegando por un océano de sangre. Era el reflejo del cielo, donde las nubes presentaban un intenso color rojo. Como navegantes sabían que era una gran aurora austral, pero les sorprendió presenciarlas en una zona donde nunca ocurrían. Luego, al amanecer, vieron algo aún más sorprendente. En el horizonte, extrañas luces llameaban como si un terrible incendio envolviera a La Tierra. Fue inevitable la sensación de que un gran cataclismo se venía”.
Y después ¿ha ocurrido algo similar? Otras tormentas solares de menor energía impactaron a la Tierra en 1921, 1960 y 1989, ese último causó cortes de energía en una vasta región de Canadá. En julio de 2012 La Tierra se salvó por poco de otra potente llamarada solar, la eyección de masa del sol pasó por el lugar de la órbita en que La Tierra estuvo siete días antes. Pero esos eventos no fueron ni por asomo parecidos al de Carrington.
¿Qué pasaría si esta tormenta solar ocurriera en nuestros días?
En 1859 la única infraestructura afectada fue la red telegráfica global. Hoy, una tormenta como aquella podría tener resultados catastróficos para nuestra sociedad. En el siglo XXI la Tierra está rodeada de un enjambre de satélites. Miles de kilómetros de cables de internet y electricidad dan la vuelta al mundo. Y en cada casa hay multitud de dispositivos electrónicos. Una tormenta así podría dañar gravemente los satélites, deshabilitar las comunicaciones por teléfono, radio, televisión, internet, GPS, causar apagones eléctricos en continentes enteros dañando los soportes de gobiernos y sistemas financieros. Por ello, hoy se monitorea el sol, saber que viene una tormenta solar contribuye a que se tomen medidas preventivas. De todas maneras, de detectarse habrá muy poco margen de tiempo.